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TIJUANA, México — Cuando llegaron a los Estados Unidos desde México a principios de los '80, mis padres nunca habían oído hablar del sueño americano, pero querían lo que supuestamente ofrecía. Buscaban una vida mejor con más oportunidades laborales.

Cuarenta años después, están íntimamente familiarizados con el concepto y dicen que lograron su versión del sueño. Mi papá dice que tiene una familia, un hogar y una vida mejor que la que podría haber tenido en México.

Mis hermanas y yo también nos beneficiamos de las aspiraciones de nuestros padres. Mi mamá dice: "Ustedes vinieron a succeed, no para sobrevivir". En otras palabras, estamos aquí para tener éxito, no para sobrevivir.

Los migrantes de hoy buscan un sueño similar, pero tienen menos poder en cómo eso sucede. La semana pasada, migrantes fueron trasladados en avión desde Tejas a Martha's Vineyard, diciendo que les habían prometido trabajos que nunca existieron y que les mintieron sobre el destino final.

El supuesto sueño americano sigue siendo un cuento atractivo entre los migrantes al sur de la frontera. Sin embargo, el objetivo ha cambiado. Para muchos, el simple hecho de mantenerse vivos se ha convertido en la razón principal para hacer la jornada hacia los Estados Unidos.

Los migrantes esperan más tiempo y enfrentan un rechazo instantáneo en la frontera

En un refugio estrecho con techo de hojalata e hileras de tiendas de campaña alineadas de lado a lado, Jesús Ariel se pone los zapatos para comenzar el día mientras su hijo de siete años hace burbujas y trata de mantenerlas a flote.

"Salimos de nuestro país con ese propósito, de poder cumplir ese sueño", él dice.

Padre e hijo se hospedan en Movimiento Juventud 2000, uno de alrededor de 20 albergues para migrantes en Tijuana, mientras esperan su oportunidad de ingresar a los EE. UU. para solicitar asilo. Huyeron aquí desde Honduras después de que Jesús Ariel fue atacado por pandilleros.

"La verdad está bien peligroso [en Honduras]. Por la voluntad de Dios que estoy aquí", él dice. "Y pues con ese sueño venimos, de poder hacer algo – tener una casita, tal si quiera".

El albergue, al cual por ahora llaman hogar, está situado en el barrio rojo de la Zona Norte de Tijuana, una sección de la ciudad donde la prostitución es legal y se sabe que operan los cárteles. Aún así, Jesús Ariel dice que se siente cómodo aquí porque él y su hijo duermen juntos en su propia tienda. Aunque han estado en este albergue durante pocos días, han estado en México por más de un año.

Esto no es inusual, dice Rafael Fernández de Castro, director del Centro de Estudios México-Estados Unidos de UC San Diego.

"En el pasado, los albergues eran para que los migrantes se quedarán tres o cuatro o cinco días y luego cruzaran a los Estados Unidos", él dice. "Ahora es diferente. En los albergues, los migrantes se quedan meses, incluso años".

Las razones son variadas. Algunas personas están esperando citas legales, mientras que otras han solicitado asilo en los EE. UU. – y ese proceso ahora puede prolongarse durante meses. Tijuana se ha convertido en uno de los principales centros de espera para los migrantes.

Muchos ya han intentado cruzar la frontera, pero han sido rechazados debido al Título 42. La orden de salud pública debido a la pandemia fue invocada bajo el presidente Trump, y aún vigente bajo el presidente Biden, impide que los migrantes soliciten asilo en la frontera y, en cambio, permite que agentes de lapatrulla fronteriza los expulsen de los EE.UU.

Han transcurrido casi 1,8 millones de expulsiones de migrantes durante los dos primeros años de la política. La tasa de reincidencia de quienes intentan cruzar aumentó del 7 % en 2019 al 27 % en 2021.

Jesús Ariel y su hijo están entre esos reincidentes que han intentado cruzar más de una vez. Para ellos, hay demasiado que perder para renunciar ahora.

Los migrantes de Tijuana frecuentemente hablan de violencia de las pandillas, amenazas de muerte o la extorsión como la razón por la que abandonaron sus hogares y por la que temen regresar. Es difícil calcular cuántos migrantes viven actualmente en Tijuana, ya que se están mudando constantemente, pero Fernández de Castro estima que hay alrededor de 35,000 migrantes aquí que esperan recibir asilo en los EE. UU.

"Es muy difícil separar el miedo de la necesidad económica", dice sobre la motivación de los migrantes. "Diré que los dos vienen juntos".

Pero el sueño americano no se hará realidad para todos.

Más de 280,000 solicitudes de asilo fueron presentadas en los EE. UU. en 2020. De ellos, se concedieron a menos de 32.000 personas.

Es un viaje peligroso que puede terminar en una fosa común

No todos creen en el sueño americano. Lourdes Lizardi piensa que es mentira. La activista migrante ha pasado los últimos 28 años ayudando a las personas a encontrar refugio en Tijuana, y ha visto cómo se desvanecen las esperanzas de los migrantes cuando a veces se enfrentan a una cruel realidad.

"Vienen a buscar ese famoso sueño americano que se convierte a veces en el sueño del infierno", ella dice.

Lizardi cuenta que la situación se ha vuelto más peligrosa para los migrantes en los últimos 15 años, particularmente a medida que los cárteles crecieron en poder e influencia.

Previamente los migrantes ocasionalmente eran víctimas de la delincuencia en Tijuana, ella dice. Ahora, ellos son el objetivo, ya que los cárteles los ven como presa fácil para el narcotráfico, la extorsión y el secuestro. Recientemente cuatro albergues en Tijuana han instalado botones de pánico que los migrantes pueden usar para advertir sobre un peligro cercano.

Lizardi ha visto personas morir en sus jornadas a los EE. UU. y no cree que vale la pena correr el riesgo al perseguir este sueño. Solo este mes, ocho migrantes fueron encontrados muertos cuando intentaban cruzar la frontera cerca de Eagle Pass, TX.

Los que mueren en el estado de Baja California van al laboratorio médico del Dr. Cesar Raúl González Vaca. Él es director del servicio forense del estado, el cual cada año recibe unos 1.600 cadáveres encontrados en Tijuana, Mexicali y Tecate.

"Estas ciudades son fronterizas en las que frecuentemente se encuentran cuerpos de personas con contexto de migración que fallecen intentando cruzar o por alguna otra causa violentas", el dice.

La mayoría de los cuerpos pertenecen a personas de El Salvador, Honduras, Guatemala y partes del interior de la República Mexicana. Cuando no son reclamados por familiares o amigos, terminan en fosas comunes. En Tijuana se entierran 10 cuerpos juntos en una sola fosa, y cada año se agregan unas 120 fosas.

En los últimos años, el laboratorio del Dr. Vaca ha comenzado a tener mejores documentaciones de dónde se entierran los cuerpos, en caso de que alguien venga a buscar los restos de su ser querido.

Pero para aquellos que no pueden ser identificados, su viaje desde lugares lejanos a través de América Central y del Sur termina con sus cuerpos anónimos arrojados a fosas comunes, en las afueras de Tijuana, sin rastro para que sus familias puedan encontrarlos.

Padres están tomando decisiones imposibles

Dentro del refugio Embajadores de Jesús, el cual se encuentra al final de un camino de tierra lleno de baches en Tijuana, niños juegan ruidosamente. En la parte superior de los catres, sonríen y bailan al ritmo que sale de los altavoces. Afuera, otros están concentrados mientras tiran canicas en el camino de tierra.

Cada pequeño está en su propio mundo. Eso es, hasta qué tienen que decidir cuáles zapatos se llevarán para continuar sus viajes a los EE. UU.

Eso es lo que la hija de Daniel Gutiérrez tuvo que considerar una mañana: ¿Eran sus zapatos, que le quedaban un poco flojos, lo suficientemente cómodos para seguir subiendo y bajando cerros?

"Y nos pegó bien fuerte esa mañana porque no nos imaginamos que ella pensara en eso", el dice. "La angustia de ella era de que ya se iba acercando el día que íbamos a volver a hacer lo mismo".

La familia se está preparando para su tercer intento de solicitar asilo, pero Gutiérrez dice que él y su esposa nunca anticiparon el trauma psicológico que sufrirían sus hijos.

Gutiérrez y su familia también están escapando de la violencia de las pandillas. Su negocio estaba siendo extorsionado en Guatemala, y después de que una pandilla no se salió con la suya, recibieron amenazas de muerte. Buscan seguridad pero ya no quieren comprometer la salud mental de sus hijos. Gutiérrez y su esposa les han prometido a sus hijos que este será su último intento de ingresar a los Estados Unidos.

"No buscamos nada de lujos", dice Gutierrez. "Realmente lo que buscamos es darle a nuestros hijos una mejor educación".

Aunque les gustaría hacer una nueva vida en los Estados Unidos, se conformarán con Tijuana como su nuevo hogar.

De vuelta en el albergue Movimiento Juventud 2000, Sarai Raudales también está preocupada por sus hijos.

Escapó de Honduras con su esposo y sus dos hijos pequeños después de enfrentar amenazas en dos frentes: el taller mecánico de su esposo estaba siendo extorsionado por una pandilla, y sus hijos recibieron amenazas de muerte después de que su ex esposo mató a un oficial de policía.

Raudales tuvo menos de cuatro horas para salir de su casa después de recibir las amenazas de muerte. Agarraron lo que pudieron y tomaron el primer bus rumbo a México. Con tan poco aviso, Raudales dice que no podía pagar los boletos de autobús para toda la familia y temía que su hija de 12 años fuera secuestrada o forzada a traficar con fines sexuales en el camino, por lo que se tomó la decisión de dejarla atrás con familia. "Tengo miedo [de] no volverla a ver", dice Raudales. "Tengo miedo que también porque me traje a estos las desquiten con ella".

Raudales está decidida a hacer lo que sea necesario para mantener a salvo a sus hijos, incluso si eso significa renunciarlos.

"¿Si dado caso yo no pudiera pasar? Pues yo decidiría que el gobierno se quedara con ellos y los cuidara", ella dice. "Porque en Honduras me los van a matar. Entonces yo como madre, yo prefiero que ellos estén bien".

"La mayoría venimos porque venimos huyendo. Porque todos tenemos casos difíciles. O sea, nadie quiere salir de su casa".

Raudales desea que los estadounidenses entiendan que no es una decisión fácil.

"Ustedes se sienten seguros en su casa, en su casa donde usted creció, donde usted nació", ella dice. "Lo que pasa es que cuando nosotros salimos, yo dejé a mi mamá, a mis hermanos, a todos. Y yo no sé si los puedo volver a ver".

Hay algunos que ofrecen un sueño mexicano

Aunque la vida estadounidense ha sido imperfecta, mis padres dicen que eligieron el sueño correcto para ellos. Otros, como la familia de Daniel Gutiérrez, alamejor no tendrán esa opción y, en cambio, tendrán que crear una nueva vida al sur de la frontera.

Lourdes Lizardi, la activista migrante, dice que esto no es necesariamente una mala cosa.

"Todo mundo está con el chip del sueño americano", ella dice. "Cuando hay sueños mexicanos, cuando hay sueños, este canadiense, sueños chinos, todo eso no?".

Montserrat Caballero Ramírez, la alcaldesa de Tijuana, también anima a los migrantes a elegir a su ciudad como el lugar al que llamar hogar, y trata de asegurarles que ella puede mantener la paz y la seguridad ahí.

"Yo considero que esa cuestión del sueño americano ha sido muy romántica", dice la alcaldesa. "Y tenemos que hablarle claro a los ciudadanos de todas las partes del mundo, que los sueños se puedan construir donde estés".

"Creo que es una ciudad segura. No tenemos la paz que quisiéramos en todo el país, eso sería mentirles, pero vamos por la estabilidad".

Para algunos, Tijuana puede ofrecer suficiente seguridad y estabilidad para construir una vida satisfactoria. Pero de una manera u otra, otros seguirán intentando alcanzar ese famoso sueño americano.

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